El mal ejemplo de Venezuela, Nicaragua y Cuba

POR FERNANDO FERNANDEZ DUVAL

Tras la eventual derrota de Estados Unidos y sus aliados en Siria, el mundo se aboca a una reconfiguración del mapa político internacional en función de las áreas de influencia de las tres grandes potencias que están dominando el escenario mundial, se trata de Estados Unidos, Rusia y China y en menor medida de otras potencias regionales como Turquía, Corea del Norte, India e Irán.

Después de la primera y segunda guerra mundial, el mundo fue repartido en áreas de influencia, preponderantemente entre Estados Unidos como potencia hegemónica y la Unión Soviética, formada por Rusia y los países que estaban articulados bajo su eje.

Los Estados Unidos emergieron como potencia de esas dos guerras, desplazando principalmente a Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, España y Bélgica que tenían su dominio desde los tiempos coloniales en África, América Latina y Asia.

Esa influencia que se inició en 1914 y terminó de reconfigurar en 1945 el mapa mundial, produjo formas nuevas de inserción y dominio a esas colonias.

Muchas de esas metrópolis todavía se valían de prácticas esclavistas y semi-feudales para explotar a la clase trabajadora y los recursos naturales de sus antiguas colonias; desde el punto de vista político, la relación de esos territorios con sus metrópolis fue de subsunción total a partir del control administrativo y político que ejercía su clase política y su burguesía desde ultramar.

La novedad que introdujo el nuevo imperio para reconfigurar el mundo fue que permitió la independencia formal y en algunos casos hasta la estimuló para independizarlas en algunos casos de sus antiguas metrópolis, condición sine qua non que permitió la libre circulación de mercancía en esos territorios, incluyendo la fuerza de trabajo, la creación de nuevos mercados y el dominio político, militar y económico de Estados Unidos como centro hegemónico del capitalismo mundial.

En el caso de la Unión Soviética, su emergencia como segunda potencia devino inmediatamente terminó la segunda guerra mundial, después de la liberación por parte del Ejército Rojo ruso de los países del Este europeo ocupados por la Alemania Nazi.

Esas dos potencias ejercieron prácticamente un dominio bipolar de aproximadamente cuarenta y cuatro años, hasta que la Unión Soviética colapsó en 1989 a partir de sus propias leyes entrópicas y de su incapacidad de competir en tecnología y mercado con Estados Unidos y el mundo capitalista desarrollado, quedando rezagada, ya que en el intercambio inter-sistémico se veía obligada a tener altos gastos militares para mantener su seguridad y transferir valores de cambio a la economía capitalista sistémica, porque el supuesto de un mercado socialista a través del CAMECON fue una utopía de los teóricos soviéticos, tal como lo planteó Charles Bettelheim, quien señalaba que solo existía un solo mercado y que las leyes de la competencia favorecían a la economía más avanzada.

Estados Unidos se enseñoreó desde 1989 como la única potencia posible hasta la emergencia en tiempos recientes de China y Rusia como potencias que le disputan el control político, comercial y militar del mundo, lo que indudablemente ha generado los conflictos militares en el Oriente Próximo y en la península de Corea, la guerra comercial con China y las disputas por rutas de navegación que están reconfigurando el mapa mundial y que Estados Unidos esté pensando en su abandonado patio trasero de América Latina y el Caribe, después sobre todo de los espacios de influencia que Rusia comienza a tener para sí con la importante ocupación por parte de los rusos de la estratégica península de Crimea y su papel en el conflicto sirio, que avizora una dura derrota para Estados Unidos y sus aliados en el ajedrez político de esa región.

Venezuela, Cuba y Nicaragua serían tres malos ejemplos en la reconfiguración del mapa de América Latina y el Caribe para las demás naciones del continente y podrían ser el escollo de las políticas de re-expansión de Estados Unidos después de la guerra fría.

Eso lo han dicho con otras palabras menos elegantes, Mike Pompeo, John Bolton y Elliot Abrams y por esa razón han puesto sus miras en esos tres países para empobrecerlos, desestabilizarlos y destruidos, tal como hicieron con Iraq, Afganistán y Libia.

Las guerras no convencionales dirigidas contra Venezuela, Cuba y Nicaragua tienen el propósito de hacer abortar los procesos de independencia y autodeterminación que se llevan a cabo en esos países, utilizando a sectores disidentes, a gente de clase media, a estudiantes pequeño burgueses, a dirigentes de la derecha opositora, a las burguesías locales e internacional, a sectores eclesiales católicos y protestantes y a medios de comunicación en una campaña de ablandamiento y acusación de deslegitimación, ideologización y agresión sistemática para debilitarlos y hacerlos zozobrar desde adentro.

Si funciona lo de Venezuela y Nicaragua desplazando a la Revolución Bolivariana y al gobierno progresista Sandinista e instalando gobiernos títeres en esos dos países, entonces irán con músculos y mandíbulas batientes por Cuba, se ha sentenciado en círculos de poder ultraconservadores de Estados Unidos y funcionarios de la jerarquía política del gobierno del presidente Donald Trump, como los citados anteriormente.

 

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