Denis Mota Álvarez cuenta la historia de María del Carmen, sueño de revolución

Si María del Carmen aún vive, y sigue residiendo en Vertientes, provincia de Camagüey, Cuba, tendrá de 62 a 64 años de edad, porque Noel Nicola la inmortalizó, sin conocerla, en 1977, y para entonces rondaba los veinteipicos de años.

Ignoro, porque nunca lo contó antes de morir, quien le llenó la cabeza de mariposas, que, sin haberla visto, Nicola fue capaz de pintar a María del Carmen en todos sus detalles, como confesara.

Noel Jorge Nicola Reyes, cantautor cubano, uno de los fundadores de la llamada Nueva Trova Cubana, apodado “el tranquilo de la Nueva Trova”, era, probablemente, el menos, el todo lo contrario, capaz que poeta andariego imaginó aquello, de que a María del Carmen cuando atravesaba el parque de Vertientes “todos los ojos le alaban el vestido”, sensual forma de decir que la desnudaban en la vía pública central de una ciudad pueblerina.

Y era natural, que en aquel ambiente en que la recreó Noel, el hijo de Isaac Nicola, profesor y uno de los pilares fundamentales de la Escuela Cubana de Guitarra, María del Carmen revolviera la tarde del pueblo pequeño que la ve pasar.

Empinada en la seguridad del saber y la belleza, aquella muchacha, fugaz como la lluvia en la tarde, podía detenerse sobre un banco del parque y hablar de economía y sus ojos anchos y luminosos, eran soles.

Quien no es ni ha vivido en un pueblo pequeño y distante, como Yuma, rodeado de caña de azúcar, se le hace difícil captar en el viento cuándo un pelo y la piel de una veinteañera, como a María del Carmen, le huelen a miel residual, esa melaza espesa y oscura con un olor dulce como el sexo revoloteado.

No ha de extrañar que —Nicola, hijo de Eva del Carmen, destacada violinista—, se enterara, no sé por qué medio, de que aquella reptiliana provocadora como la serpiente de Eva, era esencialmente limpia, “limpia de ser libre de perjuicio y limpia de ser virgen”. Para el trovador, María del Carmen se entregaba en forma total, porque para ella los misterios la sacaban de quicio.

Esta muchacha vertientense era algo especial, fuera de serie, porque a la edad de veinte y tantos años no pensaba en “los trapos ni en lazos ni cinta ni muñecas viejas”, uno se pregunta ¿en qué piensa una mujer así?… bueno, si bien era cierto que conocía la iglesia, pero no la visitaba y para colmo María del Carmen siempre olvida los novios, definitivamente era un ser incomprensible, un manojo de incertidumbre.

Noel Nicola, quien falleció un 7 de agosto de 2005, en La Habana, Cuba, a la edad de 58 años, llegó a decirle a Vicente Feliú, que era cómplice de aquella historia, que María del Carmen se asombraba con todo, porque ¡oye, chico, la mujer era curiosa!, “pero si la miraban no bajaba la vista”, ni por el diablo.

—¡Qué mujer más extraña! —¡Oh, Dios!

De los caprichos y la muerte nadie escapa. Noel murió en la creencia inevitable de que un día tropezaría con ella en la calle.

—María del Carmen, si llego a encontrarte —clamaba en su trova andante— de seguro tendré que amarte y amarte…”

Pero no la encontró, nunca se toparon en la calle, Noel vivía, en la Habana, y María del Carmen, en Vertientes, …y la patria era quien en la noche le tocaba su puerta, a aquella mujer que no dejaba de ser misteriosa.

Porque María del Carmen era un sueño revolucionario, hoy anclado en el tiempo, en la muerte de Noel Nicola y en las renuncias de lo que pudo haber sido.

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