Caballo de Troya ataviado de ayuda humanitaria fue destruido

POR FERNANDO FERNANDEZ DUVAL

El Pulso por la llamada ayuda humanitaria entre Juan Guaidó y Nicolás Maduro fue una especie de match entre dos gladiadores parapetados sobre el ring. Hubo muchos apostadores y espectadores que creían que Maduro perdería la pelea y ellos ganarían la apuesta.

Los acontecimientos antes del evento tuvieron como referencia la meta del 23 de febrero para la entrega de la “ayuda humanitaria” fijada por Guaidó, y al decir de casi todos los medios occidentales y analistas políticos, presagiaban una victoria aplastante en el primer round para Juan Guaidó, el autoproclamado presidente de papel, aunque éste no tiene las condiciones objetivas para proceder a reconocérsele como presidente, ya que no domina el territorio donde tiene asiento la nación, ni controla la población sobre la que todo jefe de Estado imparte órdenes y ejerce la capacidad para administrar los recursos en el territorio, según las normas del Derecho Internacional Público y la lógica del ABC de las Ciencias Políticas, aunque cuenta con el apoyo y reconocimiento de Estados Unidos, Colombia y Brasil, la mayoría de los países que se hacen llamar el Grupo de Lima y la Unión Europea, entre estos, España; pero este apoyo no es tan relevante desde el punto de vista de la teoría política, pero por el peso que tienen a nivel global en las relaciones y en el balance de poder, juegan un papel importante a nivel factual y en la desestabilización de Venezuela.

El tema es que alrededor de la “ayuda humanitaria” se organizó un espectáculo mediático, en el cual el día 22 anterior al 23 se presentó una especie de festival denominado Aid Live Venezuela, que significa en inglés “ayuda en vivo a Venezuela” y en la que participaron importantes figuras del arte popular, entre ellos el dominicano Juan Luis Guerra y que tenía como propósito generar apoyos “a favor de la causa de los pobres venezolanos”, tal como se hizo en 1985 de forma simultánea en Londres y Filadelfia, con el motivo aparentemente humanitario de recaudar fondos en beneficio de los países de África Oriental, específicamente Somalia y Etiopía, sin embargo después se supo en los papeles desclasificados de la CIA que el espectáculo se montó para fines políticos, para visibilizar el conflicto interno y apoyar a las facciones pro-occidentales en conflicto con los grupos nacionalistas.

Después, al día siguiente, el 23 sábado, día clareado con un cielo macizo y azul, empezaría a distribuirse la ayuda humanitaria dando cumplimiento al compromiso de Guaidó, despachando convoyes desde diferentes puntos de la frontera de Colombia a Venezuela, la cual fracasó.

¿Qué se pretendía buscar con el concierto y con la llamada ayuda humanitaria?

  • En primer lugar, en el concepto de guerra de nueva generación que es la que está llevando a cabo Estados Unidos contra Venezuela, involucrar a la gente de ese país y del extranjero, buscando el mayor consenso posible para legitimar las acciones militares posteriores y las consecuencias de éstas en pérdidas de vida y de bienes tangibles e intangibles. Fue por ello que vimos alrededor del viernes 22, y que se hizo más profusa el sábado 23 o día D, un notable despliegue de información dirigida por CNN, DW, Caracol y otras cadenas de televisión estadounidenses y colombianas que servían de estaciones matrices a casi todas las plantas  televisivas de países latinoamericanos y europeos que retransmitían los hechos de forma distorsionada, presentando la supuesta justeza de la ayuda humanitaria y la necesidad del cambio político en Venezuela. Obviamente eso implicaba el reconocimiento y legitimación a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, al representar la causa buena y altruista del conflicto en contra de Nicolás Maduro, al que se endemoniaba y se le atribuían en calidad de monstruo inhumano los problemas de falta de alimentos, medicinas y libertades que supuestamente padecen los venezolanos.
  • En segundo lugar, con toda esa campaña publicitaria y propaganda política edulcorada por todos los medios internacionales concentrados en la frontera colombo-venezolana, se buscaba crear un ambiente psicológico colectivo en la población de venezolana y una parte de las Fuerzas Armadas Bolivarianas desertaran de sus obligaciones castrenses y se tiraran a las calles a apoyar la entrada de la ayuda humanitaria y a marchar contra el gobierno. Es decir, generar una especie de dominó que terminara en una gran poblada que se llevara al gobierno de Nicolás Maduro, o en un gran caos con cifras incalculadas de muertos y heridos que justificara la intervención armada en los flancos sur y este de las fronteras con Colombia y Brasil, apoyadas en logísticas e inteligencia por fuerzas de los Estados Unidos desde algunas islas del Caribe donde ya había concentración y estacionamiento de fuerzas y pertrechos militares, barcos, aviones y helicópteros de combate.
  • En tercer lugar, de haber pasado la ayuda humanitaria hacia Venezuela, hubiera sido una victoria contundente de legitimación de Juan Guaidó como presidente de la República Bolivariana de Venezuela porque hubiera quebrado la autoridad de Nicolás Maduro y la moral de las Fuerzas Armadas Bolivarianas que lo apoyan. Eso hubiera significado también una sustitución simbólica y factual del orden político y administrativo gobernado por Maduro, porque la repartición de la llamada ayuda humanitaria la hubiera consumado desde su estado mayor Juan Guaidó.

Esas jugadas se fueron cayendo como naipes sobre la mesa al amanecer del sábado 23, porque Guaidó no recibió apoyo de los propios venezolanos y la gente que estaba aglomerada en el puente Tienditas estaba ubicada en el lado colombiano, repito, no en el venezolano, lo cual fue un mentís a la supuesta crisis humanitaria que vive Venezuela, lo que aprovechó inteligentemente Maduro para cambiar drásticamente la situación como un péndulo en movimiento con la caravana humanitaria y la correlación de fuerzas desde el punto de vista político.

La oposición, Guaidó y sus adláteres no pudieron hacer nada, ya que el viernes por la mañana, antes que se desataran los acontecimientos que culminaron con el fracaso de la ayuda humanitaria y de Juan Guaidó como supuesto presidente interino de Venezuela, antes también de que éste volara enfebrecido hacia Cúcuta, Colombia, por la frontera del Táchira desde Caracas, con la indiferencia fingida de las autoridades venezolanas que lo dejaron salir a presenciar el show mediático y a reunirse con los presidentes de Chile, Sebastián Piñera y el de Colombia, Iván Duque, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, el senador Marcos Rubio y otras personalidades que promueven el golpe de Estado en Venezuela, para cavar allí mismo su propia tumba sobre el ring con el aldabonazo el mismo sábado de la ruptura diplomática del gobierno de Nicolás Maduro con Colombia, poniéndole punto final a la situación, ya que Guaidó quedó preso de su propia intemperancia y de su inexperiencia política, pues condicionalmente ahora tendrá que permanecer en el exilio con el sueño roto de querer ser presidente, o cruzar nuevamente la frontera de regreso a Venezuela, y en su país podría enfrentar a las autoridades judiciales por sedición, usurpación de funciones, traición a la patria y otros cargos más.

Finalmente, el chavismo ganó una batalla estratégica al derrotar al Caballo de Troya disfrazado de ayuda humanitaria, pero la guerra de nueva generación o de baja intensidad y que se torna más violenta con las amenazas procedentes del propio Trump y de altos funcionarios de su administración, continúa contra Venezuela, por lo que no se puede cantar victoria todavía.

 

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